Misiones
Experiencia de misión Amagá – Antioquia
Sembrando alegría
Grado 9° 2016
Para nosotras esta experiencia fue algo único, pudimos aprender a valorar lo sencillo, nos dimos cuenta de que las mejores cosas vienen en empaques pequeños. Logramos enriquecer nuestro ser con todas las personas que se cruzaron en nuestro camino, aprendimos que con simples acciones podemos cambiar significativamente, la vida de muchas personas.
Esta experiencia fue posible gracias a la invitación del Colegio desde el proyecto de Pastoral, a la ayuda económica que nos brindó la Asociación de Exalumnas y al acompañamiento de Maribel Vanegas, Elvia Adarme y Jing Yan (Hermanas de la Compañía de María). Les agradecemos por todo el esfuerzo, y la dedicación que le pusieron a esta misión, sin ustedes esta vivencia no hubiera sido tan gratificante.
Fueron momentos inolvidables, allí tuvimos la oportunidad de dar lo mejor de nosotras gratuitamente. Al final recibimos más de lo que dimos. Esta experiencia nos llenó tanto el corazón, que deseábamos prolongarla por más tiempo. Esperamos que el próximo año, más niñas tomen la iniciativa de ir y se den cuenta de que es posible sembrar alegría.
Misioneras
2016
MISIÓN DE NAVIDAD SIEMPRE ALEGRES
La Experiencia de Misión, un tesoro para la vida
Juliana Cabrera, grado 10°, Colegio la Enseñanza- Medellín
Reunir
tantos sentimientos, nombres y momentos que se vive en la Misión en unas
cuantas palabras va a ser el reto del día de hoy.
Vivimos en una
cómoda rutina y esta experiencia que tuve fue la oportunidad perfecta para
salir de ella y encontrarse con otra cara de la vida, una cara hermosa que te
llena de una alegría profunda que se contagia en todas partes.
Salimos el 15 de
diciembre para Amagá, un municipio del Suroeste Antioqueño. Yo solo podía
contar las horas, los minutos y los segundos que faltaban desesperadamente para
llegar a la vereda de Travesías, lugar que por siete días fue mi casa. Estaba
emocionada, pues me reencontraría con la gente más hermosa que he conocido,
creo que nunca en mi vida había estado tan feliz por madrugar. Llegué un poco
temerosa como la primera vez que fui. ¿Y si no me recuerdan?, ¿Dónde no les
guste lo que planeamos? ¿Qué tan cambiados estarán? Eran las preguntas que
rondaban en mi cabeza y hacían que mis ansias por llegar aumentaran.
Gloria fue la
primera cara con la que me topé al llegar a la escuelita, solo pude correr a
abrazarla apenas la vi, por la alegría tan inmensa que sentí. Quería subir
corriendo a visitar las casas, el tiempo se me hizo eterno, sino fuera porque
Gloria y yo estuvimos hablando hasta cuando los niños empezaron a bajar a
saludar. Me sentí inmensamente feliz al saber que me recordaban, y no tomo mucho
tiempo para que los niños empezaran a jugar con nosotras como si nos conocieran
de toda la vida. Llegaron niños nuevos que en instantes lograron ganarse
nuestro cariño, y como era de esperarse nuestros corazones se fueron llenando
de rostros y nombres.
Mi alegría solo pudo
aumentar más cuando subimos y la comunidad nos recibió como parte de la
familia. La gente seguía tan hermosa como la última vez que los vi. Con abrazos
y muchas sonrisas nos acogieron, he de admitir que me dio un poco de pena saber
que algunas personas habían partido del lugar. Me lleno de emoción
reencontrarme con la gente, ver caras nuevas, escuchar las nuevas historias que
tenían para contarnos y ver como los niños habían crecido. La primera visita a
las casas fue, para mí, un espacio para recordar y volver a vivir gratos
momentos. Fue como esa vuelta a casa después de estar por fuera un largo
tiempo.
La primera noche
ninguna de nosotras pudo dormir bien, nos despertaba cualquier ruido, estoy
segura que estábamos ansiosas de que el sol saliera y diera inicio a la mañana.
5:30 estaba lista para dar inicio al día, faltaban cuatro horas y media para
que los niños llegaran, pero yo no podía seguir durmiendo, sentía que solo perdía
tiempo. A las 8:00 comimos un desayuno delicioso, luego más puntales que un
reloj, llegaron los niños para darle vida al día (creo que esa es la razón por
la cual la actividad con los niños es la primera en hacerse), en esas dos horas
que pasamos con ellos la clave para divertirse fue volver a ser niños y ser
espontáneos.
Por la tarde,
después de almorzar subimos a hacer una pequeña visita a Naranjitos, una vereda
encantadora, he de admitir que tiene un acceso muy difícil, pero con paisajes
tan hermosos que hacen del camino un recorrido hermoso. Bajamos justo a tiempo
para la novena de Navidad con la comunidad de Travesías, les puedo asegurar que
allá se celebran las mejores Novenas, el lugar y la gente sencilla, te hacen
recordar que el verdadero sentido de la navidad es reunirse con los que uno ama, sin importar el lugar o los regalos.
Llegada la noche
bajaron los jóvenes para dar inicio a la actividad, con ansias enormes esperaba
este momento, debo admitir que era la actividad que más me emocionaba, porque
como ellos trabajan durante el día, no era común verlos en las visitas que
realizamos, en las horas de la tarde a las familias. Los jóvenes se veían un
poco tímidos, pero con el paso del tiempo y gracias a las actividades planeadas
fueron entrando en confianza y cada vez nos relacionamos con más familiaridad.
Los encuentros con ellos fueron muy profundos y nos permitieron conocer su
parte más sensible, hablar con libertad de dolores, esperanzas y compartir
talentos, hablar de sueños.
El último día sellamos
un compromiso con los ellos a través de una cometa, la idea es seguir
propiciando espacios como estos, que nos permitan seguir tejiendo la vida
juntos y fortalecer los lazos que nos unen.
Los días siguientes
subimos 2 veces más a naranjitos. Estos 7 días pasaron por mis manos como
pequeños instantes que dejaron en mí, los recuerdos más especiales que jamás he
vivido. Todos los recuerdos quedará grabados en mi alma, pues es ahí donde se
guardar personas tan especiales como ellos lo son.
Debo aclarar antes
de finalizar que no fue solo una experiencia que me permitió conocer gente, fue
una oportunidad para profundizar lazos de amistad con mis compañeras de viaje y
con las hermanas que nos acompañaban, sé que si a cualquiera le preguntan les
dirá que ahora somos como una familia, pues lo compartido nos hace tener una
sintonía y nos hace pensar que es posible soñar
juntas y tener la mano a otros,
que nos enamoran el corazón y nos comprometen a dar lo mejor.
Al recordar esos
hermosos días no puedo evitar sonreír. Travesías es un lugar hermoso que se
convierte en tu casa y su gente te hace sentir especialmente querido. ¡No veo
la hora de volver a vivir esta experiencia!
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